
El filósofo, pedagogo y maestro Gregorio Luri (Azagra, 1955) publica su nuevo libro, Prohibido repetir (Rosamerón), en el que pone en jaque los pilares sobre los que se ha sostenido la educación las últimas tres décadas y los cuales se están derrumbando en cada informe PISA que conocemos: las metodologías innovadoras, Finlandia, Lomloe, educación emocional, inteligencias múltiples, etc.
El libro constituye una defensa del conocimiento poderoso, el esfuerzo, los exámenes y la importancia trascendental de la memoria en el aprendizaje, “no existe alternativa pedagógica a los codos”, afirma el autor.
El periodista Fran Echeve lo entrevista:
Titula “Prohibido repetir”, pero lo más interesante es el subtítulo “una propuesta apasionada para salvar la escuela”. ¿Está la escuela en peligro?
Si aceptamos que cada año las familias dedican más recursos a la formación extraescolar de sus hijos y que cuanto más baja el nivel de conocimientos más suben las calificaciones, no podemos decir que esté en su mejor momento.
El suelo sobre el que se sustenta la educación actual se tambalea de una manera evidente. Todo lo que habían prometido ciertos dogmas hace treinta años no se está cumpliendo. Los datos de PISA son peores en cada informe, los cuales evidencian lo que se ve todos los días en las aulas.
Me limitaré a recoger dos afirmaciones del factótum de PISA, Andreas Schleicher en el Financial Times el mismo día que se hacía público el último informe. La primera: «La lección para mí es que tenemos que lograr el bienestar de los estudiantes no a expensas del éxito académico, sino a través del éxito académico». La segunda: «Cuando apareció [PISA] por primera vez, pensamos que Finlandia era la receta del éxito, pero veinte años después no sabemos si ha sido parte de la solución o parte del problema».
En su nuevo libro habla del milagro de Missisipi. También hay otros países que han dado un giro de 180 grados a su educación los últimos años: Inglaterra, Irlanda, Finlandia…
Es importante no caer preso de nuestros endogámicos debates educativos y elevar la mirada más allá de nuestras fronteras para conocer las buenas prácticas allá donde se den, pero no para copiarlas miméticamente (en educación, el que copia no aprende), sino para aprender de ellas lo que sea pertinente. El caso de Misisipi es espectacular porque ha demostrado que nadie está condenado a tener malos resultados escolares.
¿El milagro finlandés no lo es tanto?
Lo más curioso del sistema educativo finés es que mientras ellos tenían serias dudas sobre su funcionamiento, nosotros confiábamos ciegamente en él. En enero del 2023, el Ministerio finlandés de Educación admitió oficialmente que las cosas no iban bien. Entre el 2003 y el 2022 la media de comprensión lectora ha caído 56 puntos y, la de matemáticas 79 y, la brecha entre alumnos ricos y pobres se ha ido incrementando. «Habría que hacer cambios grandes y bastante radicales», afirmó Anita Lehikoinen, secretaria permanente del Ministerio de Educación. Mientras nosotros mirábamos al Norte, Soria obtenía unos resultados superiores a Finlandia. Y ahí sigue, con unos resultados espléndidos cuya causa nadie parece interesado en estudiar.
La educación —el sistema— le ha prometido a nuestros hijos que van a aprender y a pasar de curso sin memorizar.
Eso es absurdo. La memoria es el residuo que deja la experiencia al pasar. Si no hay residuo, no hay aprendizaje. No conozco a nadie que quiera tener menos memoria de la que tiene. Por otra parte, ¿si lo aprendido no se conserva en la memoria, dónde puede conservarse? Todo aprendizaje implica una modificación, grande o pequeña, de la memoria a largo término. Conocer es recordar a tiempo.
Y a los padres les ha prometido que para su futuro es más importante la educación emocional de sus hijos que su aprendizaje de las materias.
El equilibrio psíquico es, sin duda alguna, muy importante; pero cuando necesitamos un fontanero no le pedimos un informe psicológico, lo que queremos es que sea eficiente. Lo mismo cuando necesitamos un mecánico, un dentista o un cirujano.
Otros dos pilares de la LOGSE/LOMLOE son la equidad educativa y el aprendizaje por competencias. ¿Qué son estas dos cuestiones del modelo constructivista que tanto pone en tela de juicio?
Costa Rica es uno de los países más equitativos del mundo precisamente porque las tres cuartas partes de sus alumnos se apelotonan en las franjas inferiores de resultados. No hay mucha diferencia entre ellos. ¿Pero quién quiere una equitativa trivialidad? ¿No sería mejor aspirar a una equitativa excelencia? Con respecto a las competencias creo que hoy está suficientemente claro que conocimientos y competencias son las dos caras de una misma moneda. Ni se puede pensar en serio sobre información ausente, ni se puede ser cardiólogo sin conocimientos. El constructivismo funciona con los niños que llegan a la escuela con materiales de construcción (muchos conocimientos previos), pero no con los (niños) pobres que llegan a la escuela con conocimientos precarios. Lo que hay que hacer es acelerar su aprendizaje y para ello es imprescindible una enseñanza directa, explícita y reglada. Los dos mejores instrumentos de la equidad ambiciosa son un buen currículo y una buena convivencia.
Con respecto a la equidad hay un dato revelador: los chicos tienen un mayor fracaso escolar que las chicas. ¿Por qué?
La pregunta clave es: «¿Por qué nos negamos a estudiar este hecho?»
Lleva años repitiendo que el fracaso escolar es un fracaso lingüístico.
Y continuaré dando la tabarra. La mejor imagen del aprendizaje es una tira de velcro. Mi competencia lingüística puede verse como los ganchitos de una cara y el aprendizaje nuevo como los ganchitos de la otra cara. Sin lenguaje (que es mi cultura en acto) no hay posibilidad de enganche. Cuanto más pobre sea mi lenguaje mayor será la carga cognitiva de un aprendizaje nuevo.
¿Cómo defender la importancia del conocimiento en una era en la que incluso muchos docentes arguyen que todo está en internet?
Porque el peligro es, efectivamente, que todo está internet… menos el criterio para seleccionar lo relevante, que si no está en mí, no está en ningún sitio. En la era del capitalismo cognitivo, que es la nuestra, el conocimiento es el petróleo del futuro. Y tanto es así que The Economist hablaba recientemente de una «global battle for talent».
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