Aprender a competir de joven: ¿será una ayuda en el día a día de la vida adulta?

En buscarcole.com nos hemos planteado esta pregunta durante el confinamiento provocado por la pandemia de covid-19. En esta situación de estrés emocional que vivimos todos, hablar de competir puede parecer extraño, pero no lo es. Algunos de los testimonios que han hablado para buscarcole.com así lo explican.

Algunas personas adultas asocian la palabra ‘competir’ con una mentalidad agresiva y sucia.

Y lo hacen por dos razones. Primero, porque piensan que la competición ejerce una presión excesiva en las personas (sobre todo en los niños). Segundo, porque creen que la frustración por no conseguir el resultado esperado generará un estrés innecesario. Y para proteger a los niños de esa frustración, algunos padres deciden declarar a todos campeones o, simplemente, evadir cualquier tipo de competición.

¿Es esa la respuesta adecuada?

Los expertos creen que la competición, bien explicada y entendida, situada dentro de los parámetros de un deporte, ayuda al desarrollo de herramientas que después podrán ser aplicadas cuando los niños y jóvenes sean adultos.

La competición les enseñará que no siempre los más listos y brillantes son los ganadores, sino que más bien lo son los que trabajan constantemente y son persistentes.  Los niños que participan en la competición en un deporte, el que sea, ejercitan habilidades sociales al tener que interactuar con otros niños y respetar los turnos. Se les estimula la empatía, la tenacidad, se les expande su zona de confort y a la vez aprenden a desarrollar la autoestima y la autoeficacia. Es importante que el niño experimente la sensación de inestabilidad e incertidumbre que proviene de situaciones competitivas. No es malo, al contrario. La competición dentro del deporte ayuda a adquirir la capacidad de resolver problemas, a aceptar las normas (reglas del juego), a entenderse dentro de un equipo, a ganar y perder galantemente, a tener paciencia, a esforzarse en ser mejores, a saber que la capacidad (habilidad) natural puede modificarse, a desarrollar la autoestima y a compararse con uno mismo antes de con los demás.

¿Cómo podemos ayudar los adultos?

Ayudemos a definir el logro, no sólo como actividad para ganar sino como el hecho de establecer una meta, de pensar en un objetivo que es posible conseguir. Tratemos de ayudarles a persistir en una actividad, a perseguir los retos, a superar los desafíos, reforzando continuamente el mensaje de que lo importante no es ganar, siempre y cuando se esfuercen y aprendan de la experiencia.

Enseñémosles que errar no es malo. Sí puede producir una sensación incómoda y no gustar, pero equivocarse sigue siendo una maravillosa oportunidad para aprender y motivarles a mejorar. Debemos ayudarles a centrarse en lo que sí pueden controlar, en su concentración, en el esfuerzo, el buen comportamiento, la lucha, la entrega, a ser valientes, a tomar riesgos premeditados.

El niño compite mal cuando se centra en los resultados externos, en impresionar. Si hace trampas, si cuando pierde se retira o dice que le duele algo, si pierde los nervios, si no duerme por la noche, si llora. Este es el momento en que debemos ayudar y fortalecer su carácter.  Ahora es cuando debemos enseñarles a mantener la calma con ejercicios de respiración, a centrarse en lo importante, en el momento, a seguir perseverando, a disfrutar del reto.

Todas las experiencias de competición infantiles les ayudarán a convertirse en adultos más capaces, que no se desmoronarán cada vez que las cosas se les pongan difíciles. Porque la vida adulta siempre nos obliga a lidiar con las complicaciones. Preparemos a los jóvenes para ello.

Siete personas han grabado unos vídeos cortos para buscarcole.com. Nos explican como les ha ayudado en la vida haber competido de jóvenes. Oigamos qué nos dicen:

Miguel

Alvaro

Marta

Marta Puig

Ana

Giraldo

Gemma

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